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Dauphin Island (Dionisio González) -spanish-



Llego al aeropuerto de Atlanta donde hago escala hasta Mobile. En el área del control de pasaportes, durante la larga espera, pienso que en ese momento tengo algunas obras en una exposición en el museo de Arte Contemporáneo de Atlanta, en como mis imágenes comienzan a ajenarse, a adquirir vida propia, y en como yo mismo las observo desde la no pertenencia. Pero lo que realmente me preocupa es que la gran debilidad que siento, y que achacaba a la falta de descanso, es, en realidad, fruto de una fiebre muy alta, mis dientes comienzan a castañetear y tengo dificultad para hablar. Tengo aún que pasar el control de pasaportes para el acceso al país y temo que alguien advierta mi estado y me impida entrar en los Estados Unidos. Entonces me alarma comprobar que del compartimento trasero del reducido maletín del portátil sobresale abundantemente el libro La Guerra Eterna: Partes desde la guerra contra el terrorismo de Dexter Filkins y que en la misma funda tengo el libro La Torre Elevada Al-Qaeda y los Orígenes del 11 S, lecturas que he ido haciendo en el avión a causa de un escrito que pretendía relacionar con la demolición del proyecto de vivienda pública en Priott Igoe en san Louis de Minoru Yamasaki. Comienzo, antes de levantar suspicacias y acabar quién sabe si manoseado y apartado en un cuarto, a quitar la tapa del primero apareciendo una cubierta blanca y entelada sin tipografía alguna salvo en el lomo e introducir el segundo en la bolsa de las cámaras así por unos minutos me siento un codelincuente que pretende penetrar un continente condómino y fortificado. 

El murmullo, el rumor de los pasajeros detenidos en ese pasmo de reconocimiento junto al eco de la propia sala enmoquetada me sitúan en las notas centrales del War Requiem de Edward Benjamin Britten. En realidad debo tener una fiebre muy alta pues creo estar cerca del delirio. El agente de vigilancia aduanera mira inquisitivamente el pasaporte. Me pregunta cuál es el motivo de mi viaje y le respondo de inmediato que el turismo. Entonces me sonríe, me indica la cámara donde debo mirar para ser retratado, consignado, almacenado en el órgano pesquisidor y coactivo, lo hago y paso adelante lleno de escalofríos y deseando encontrar un asiento donde derrumbarme ya en la puerta de embarque hacia Mobile.

Embarcamos con mucho retraso, a pesar de que es un desplazamiento corto llegamos bien entrada la noche. En el aeropuerto de Mobile alquilo un vehículo y con ayuda del GPS tomo camino hacia Dauphin Island en una noche cerrada y lluviosa. Una hora más tarde atravieso el largo puente (Gordon Persons) que une el continente a la isla y me dirijo a la agencia que me proporciona la casa de palafitos sobre el agua, dado el retraso me han dejado las llaves en un sobre detrás de una maceta. Luego conduzco por una lengua de arena a través de una estrecha carretera hacia el West End, donde ya no hay más vida que un reservorio de aves sobre una reducida manta de arena. Llegando al final, entre la negritud y la ausencia casi completa de visibilidad, deduzco, por su disposición, la casa sobre el Golfo de México, giro a la izquierda y me introduzco por un insinuado camino de arena. Aparco tras los pilotes pero observo la proximidad del mar y como golpea violentamente sobre los pilares de madera, desconozco el flujo de mareas y me intranquiliza pensar que el agua pueda alcanzar al coche en lo que resta de noche. Doy marcha atrás pero éste se hunde sobre la blanda arena. Mi intención es comenzar a fotografiar al amanecer por lo que me pongo de forma violenta a excavar, mientras los cangrejos se escurren entre mis dedos, para introducir listones que pronto encuentro en las inmediaciones, fruto de lo numerosos tornados y huracanes que azotan la isla. Una hora y media más tarde, extenuado por la fiebre y el último esfuerzo consigo sacar el vehículo.

Tomo algo para remitir la fiebre, me acuesto y a las pocas horas, sorprendentemente, me despierto sin malestar, salgo a la terraza que bordea toda la casa y sobre el mar del Golfo de México el cielo enfático y yuxtapuesto acolchona un mar recrecido e inverosímil. El agua en serpenteantes deshiladuras se introduce sobre los pilotes y bate y mueve la casa. Las arquitecturas que he venido buscando se encuentran hacia el este sorprendentes y difuminadas por la bruma orgullosas sobre la escualidez de sus pilares sabedoras de su exposición al eclipse y la disipación de las tormentas. Marcho de inmediato con las cámaras a reconocer el territorio.

En las siguientes semanas, de forma imperativa y archivística, registro toda la isla y, cogiendo el Ferry en Fort Gaines, continúo, por la costa desde Gulf Shores con dirección a Florida, de forma neurótica hasta el día de mi partida, ya apuntaba William Hazlitt que uno no puede leer el libro de la naturaleza sin tener que tomar perpetuamente la medida de traducirlo en beneficio de otras personas.

Dauphin Island está situada sobre una barra de arena. El golfo de México está situado al sur de la isla, el estrecho de Mississippi y la bahía de Mobile están localizadas al norte. La isla tiene actualmente una población establecida de 1.200 habitantes y está conectada a Mobile por el puente hiperboloide, casi en una suspensión ensoñecida, de Gordon Persons. Aunque tiene varias reservas avícolas, la principal es la de Audubon Bird Sanctuary; es el primer lugar de encuentro para las aves que emigran al norte desde América del Sur y, como consecuencia, muchas especies pueden encontrarse antes de continuar sus viajes.

Mapeada por los exploradores españoles en 1513, los primeros pobladores franceses llamaron a la isla Massacre por la "montaña de esqueletos humanos" que se encontraron. La importancia de la isla fue reconocida como refugio y puerto de defensa, y pronto “Isle Dauphine", llamada así posteriormente por un tataranieto de Luis XIV y heredero de Dauphin, se convirtió en un puente para la colonización del Nuevo Mundo. Españoles e ingleses crearon fortalezas que protegían las entradas a la bahía, pero fueron los norteamericanos los que capturando Mobile junto con Dauphin Island en 1813 hicieron de ella una fortificación permanente.

Mi interés por Dauphin Island viene por el estudio de arquitecturas acuáticas y palafíticas que tienen su origen en el neolítico. Antes de interesarme por esta localización tenía previsto visitar el barrio Kampung Ayer en Bandar Seri Begawan, capital de Brunéi. Pero lo cierto es que la arquitectura de Dauphin Island encierra conjuntamente una especie de demisión, de encartación y de sumisión al medio que la hacen tipológicamente ambigua. Por una parte las oscilaciones del agua y las relaciones con un entorno no consolidado o expuesto marcan la posición y la altura de sus edificaciones, por otro lado la superfluidad o la redundancia de muchas de sus construcciones las hacen magnéticas, casi totémicas, en un enclave contrariamente previsto para la pesca y el ocio.

Hay cierta fantasmagoría en los períodos no vacacionales que hacen de este enclave un territorio hipnótico, no sólo por una soledad sobreentendida sino porqué la ensambladura, la consolidación de las viviendas y su posterior remozado (la sumidad de requintes, vértices y copetes) están expuestos a una casi segura capitulación. Son estructuras constructivas para la resignación.

Desde la nominación originaria de la isla de Massacre, pasando por tantas fatalidades nominadas: Katrina, Ivan…. hasta la actual catástrofe del derrame de petróleo y los más de 1,9 millones de galones vertidos hasta la fecha para disolver el crudo que comenzó a propagarse el pasado 20 de abril, en lo que es considerado el peor derrame de la historia, esta isla encierra una natural complicidad con la adversidad.
¿Cómo puede dirimir o enfrentar esta isla la conjunción del desastre y su subordinación al sobresuelo con la política de arraigo de su exigua superficie? Los habitantes de Dauphin Island tienen un lema: levantarse ante la adversidad, pero ¿No encierra esta proclama una neurótica obcecación en una existencia supraheroica pero inútil? Su negación a la docilidad, genera un culto constructivo permanente, un establecimiento del bricoleur como contrafigura del concepto de dedición; de conversión en territorio dediticio.

En el momento en que sus habitantes se distancian de una lógica temporal objetiva, la práctica arquitectural se desarrolla desde un encadenamiento permanente de las horas pero en un tiempo, a la vez, mensurable. La propietaria ya anciana de una vivienda que tenía sus pilares desvencijados y gran parte del entablado de las paredes de madera desprendido o levantado, comentaba orgullosa que esa casa la había edificado su abuelo, persuadida, sin duda, por el concepto de pertenencia, pero postulada ya en el presupuesto de la no permanencia. De hecho la vivienda en sí era un símbolo indócil pero ruinoso del enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza.

Hay en esta forma de habitar el desastre una paradoja, por una parte, la forma de establecerse de la comunidad, en una actividad constructiva continua, fija al grupo en una sociedad del presente y, por otro lado, ese estado fragmentario lo concilia de una forma permanente a una visión de conjunto deconstruida en torno a una continuidad histórica. Lo que hace que vivan por una parte un tiempo real y por otra un tiempo diferido. Esta obstinación en consagrar la existencia a una ocupación del terreno expuesta al desbarate, la voladura o la devastación los introduce en el mito prometeico de la osadía de hacer o poseer cosas divinas. Vivir, por tanto, el rigor de los fenómenos aleatorios frente a los fenómenos determinísticos en una realidad que se modeliza en torno a distribuciones de probabilidad.
Con el Katrina se perdieron 250 casas sobre una superficie de 16 km cuadrados, con el Ivan 170 sólo en la zona oeste de la isla, la más abierta. Ahora desde que un accidente el pasado 20 de abril en la plataforma petrolera Deepwater Horizon provocara el vertido de 800.000 litros de crudo al día se han desplegado aproximadamente 172 kilómetros de barreras en toda la costa del Golfo. Lo cierto es que estas barreras son lo suficientemente prominentes como para alejar a la clase media estadounidense que busca en la isla la extrañación y el relajo. La realidad es que, como afirman los locales, sin visitas este es un pueblo moribundo.

Partí de Dauphin Island por la mañana, el día era limpio, las aguas del golfo no eran amenazantes como algunos días de mi estancia allí sino calmas y esquemáticas, al irme me pareció que despoblaba aún más el despueble. Atravesé la carretera, bajo un cielo despejado y franqueable, entre el leve tumulto de las dunas blancas y las casas inhabitadas o vacantes en contraluz. Una semana más tarde supe que justo el día posterior a mi partida había pasado Ida una tormenta tropical devastando y marchitando la isla.

Poco después me llegó este correo:
Hello – I want to thank you for coming to our island and I’d like to ask a favor of you. As you may be aware, we had Tropical Storm Ida hit the island just this past week. I’ve attached some pictures of the house that you guys stayed in to let you see the damage. I believe you were here taking pictures of our island, and was wondering if you could share any so that we may show FEMA and others the amount of beach erosion we have suffered again.

Thank you for your consideration!

Amy V. 

Y posteriormente este

To have an artists’ perspective of our island before a storm can sometimes help when dealing with government bureaucracies.

I appreciate your consideration,

Amy V.

FEMA son las siglas de The Federal Emergency Management Agency, la agencia estadounidense para la ayuda en situaciones de desastres naturales o terrorismo.
Las fotos que me enviaron, a petición mía, de la casa que habité durante tres semanas: la mostraban dolorosamente abierta y desmantelada, con zonas de descombro y partes enteras desmoronadas.
Antes de pretender un uso de las imágenes que había capturado, éstas ya estaban, de forma documental, repercutiendo en el territorio para un nuevo ejercicio de restauración. Para una arquitectura recurrentemente rehabilitada o recuperada íntegramente. Si acaso no estaba ya perplejo, aquello fue la redundancia en la perplejidad. No sólo me había librado de un huracán por unas horas, sino que la solicitud de mis imágenes me precisaba aún más el concepto de moribundia como impulso arquitectónico.


OBJETIVOS

Este proyecto se introduce en un decampado nominal no siempre visible que manifiesta la tensión de un afuera con la emergencia de un destino; un pensamiento de la posposición de la utopía. Entendiendo utopía en los términos en que Marc Augé la refleja como una necesidad, no para soñar con realizarla, sino para tender hacia ella y obtener, así, los medios de reinventar lo cotidiano

Para construir las torres gemelas se demolieron 14 manzanas de pequeños negocios. Ahora el arquitecto Richard Gage; el fundador de A&E9/11Truth, que ha diseñado estructuras de acero de edificios durante más de 20 años nos indica que hay un irrefutable cuerpo de evidencias que sugiere que las Torres Gemelas y el edificio número 7 del World Trade Center fueron derribados por demolición controlada. El casco antiguo de Beijing está desapareciendo al vertiginoso ritmo de un kilómetro cuadrado por año, presa de la especulación inmobiliaria y las obras relacionadas con los Juegos Olímpicos de 2008. Estas denuncias están hechas por arquitectos chinos. De acuerdo con estos expertos, actualmente el casco antiguo de la vieja capital imperial tiene unos 62.5 kilómetros cuadrados (equivalente a la décima parte de la ciudad de Madrid) y continúan perdiendo terreno ante nuevos proyectos inmobiliarios.
Con esto no quiero indicar la ya sabida relación entre la arquitectura y la destrucción, sino como habitualmente las posteriores reconstrucciones de las áreas intervenidas por especulación, catástrofe y terrorismo recogen nula reintegración y sí reemplazo; que aunque devolutivo no interpreta el entorno en relación al espacio preexistente.

Al contrario de este discurrir global la actividad (peremnal) arquitectónica en Dauphin Island no es tan propositiva como sustitutiva. Y a su vez no pretende desde usos predeterminados de contenencia y paralización evitar su derrumbe. Es decir; no utiliza métodos de anclaje más resolutivos, ni materiales que opongan más resistencia velica al viento. En principio esto puede parecer el descamino, un proscribir voluntario, en suma un destierro a ese estado natural de resignación. Pero lo cierto es que existe una conformación identitaria y un reflejo constructivo anclado en el sur del país con levantamientos no permanentes pero sí simultáneos, es decir; tan veloces como el acontecimiento inmediato de su voladura o desmoronamiento.

Pretendo, en esta serie de imágenes, hacer una labor proyectista, una suma de intervenciones, de alteraciones del espacio, a partir de la “cartografía” preexistente pero atento a la incomposición que lega el propio territorio, casi a cierto suprarrealismo, a cierta exageración y desde un empleo respetuoso del mismo. Ubicando, para ello, edificios reducidos o en escala simétrica al contexto y ejecutándolos sobre aquellos vacíos de la playa en los que los restos indican una presencia anterior.
La idea también es restituir y acentuar la fantasmagoría propia de la zona, pero desde construcciones eficientes energéticamente, con materiales reciclados o que supongan un bajo gasto energético, y que, a su vez, sean un observatorio de la naturaleza.

Finalmente, el proyecto de Dauphin Island ha concluido con una serie de 11 imágenes y un amplio estudio de las posibilidades de permanencia sobre un Topos movedizo. Esta investigación ha ejecutado, por tanto, 11 proyectos, propositivos, que configuran nuevas estructuras habitativas en los vacíos de percepción de aquellos espacios previamente devastados por el desate y la anarquía de la naturaleza. Lo que enlazaría con el aforismo que defiende que la negación es creación, inspirado en la dialéctica hegeliana y que propagaron Bakunin y Nietzsche desde el nihilismo activo. Es decir, existe un deseo de creación y restitución por medio de la radicalidad y desde la iconofilia, pero también desde la conformación de una arquitectura para la resistencia.

Esta arquitectura para la resistencia se podría entender desde parámetros constructivos semejantes al búnker. Entendiendo con ello una construcción hecha de hierro cemento y hormigón que forma barrera defensiva si bien en su empleo civil o mixto. Es decir, operando como refugio contra la intemperie, contra la declinación, el desmejoramiento o la destrucción. En suma, se podría entender como la necesidad del estacionamiento. Estacionar es establecerse y todo cuanto se establece es estancia y la estancia es la pervivencia, es lo que se mantiene y recuerda. Lo que se recuerda es, a su vez, defensa del patrimonio y memoria del lugar.

Por tanto es configurar o crear con ánimo de contener, de detener. A lo largo de un año se ha ido proyectando esa actitud constructiva de permanencia que fuera propia al lugar, o que se desenvolviese con una lógica de interrupción de la historia y los acontecimientos que sucesivamente han fijado el territorio al dictado de la adversidad. Porque como ya señalamos en textos precedentes, la razón principal por la cual las casas de esta región están hechas de madera y no de hormigón o ladrillo es económica. Hay una cierta ineficacia ligada a la declividad y, por consiguiente, a la exinanición marcada tan sólo por la falta de dinero. Este decremento a parte de derivar de la imposibilidad de construcciones más resistentes donde los materiales son más caros, deriva también de una carga impositiva mayor. No contar con viviendas cimentadas en hormigón en zonas donde cada año hay tornados es algo tan irresponsable como construir plantas nucleares en zonas sísmicas o casas en las laderas de los cerros

Creo que las propuestas de consolidación de las nuevas estructuras son operativas y, al mismo tiempo, mantienen esa especie de prodigiosidad y de alteridad que le son propias al lugar: que resisten a aquello que lo conforma original, que mantienen la ascendencia con aquello que fue fruto de la extracción. Creo, igualmente, que el resultado del proyecto se cimienta con respeto a la antecedencia, aún con fórmulas de sujeción que bien podrían entenderse como una línea Maginot.




Dauphin Island (English)

Dauphin Island is located on a sand bar. The Gulf of Mexico lies to the south of the island, and the Mississippi Sound and the bay of Mobile lie to the north. The island currently has a fixed population of 1200 inhabitants and is connected to Mobile by the hyperboloid Gordon Persons bridge – in an almost dreamed-of suspension. Even though it has several bird reserves, the main one is the Audubon Bird Sanctuary; it is the primary meeting place for the birds that emigrate to the north from South America and, as a consequence, many species can be found before they continue their journeys.

Mapped out by the Spanish explorers in 1513, the first French settlers called the island Massacre for the "mountain of human skeletons" they found. The island’s importance as a refuge and defence port was acknowledged, and soon “Isle Dauphine", as it was subsequently called by a great-great-grandson of Louis XIV and heir of Dauphin, became a bridge for the colonisation of the New World. Spanish and English created fortresses that protected the entrances to the bay, but it was the Americans who captured Mobile along with Dauphin Island in 1813 and turned it into a permanent fortification.

My interest in Dauphin Island comes from the study of aquatic architecture and pile dwellings originating in the Neolithic period. Before becoming interested in this location I planned to visit the Kampong Ayer district of Bandar Seri Begawan, the capital of Brunei. But the fact is that the architecture of Dauphin Island contains both a kind of humility, of servitude and of submission to a medium that make it typologically ambiguous. On the one hand the oscillations of the water and the relations with an unconsolidated or exposed environment mark the position and height of its buildings, and on the other hand the superfluity or the redundancy of many of its constructions make them magnetic, almost totemic, in an enclave contrarily envisaged for fishing and leisure.

There is a certain phantasmagoria in the non-holiday periods that make this enclave a hypnotic region, not only for the implicit solitude but also because the joining, the consolidation of the dwellings and their subsequent rejuvenation (the summit of elegant subtleties, vertexes and crests) are exposed to a near-certain capitulation. They are constructive structures for resignation.

From the island’s original name of Massacre, to so many named fatalities: Katrina, Ivan….up to the current oil-spill catastrophe and the over 1.9 million gallons of chemical dispersants poured in to date to dissolve the crude oil that began spreading on 20th April, in what is seen as the worst spill in history, this island has a natural complicity with adversity.
How can this island settle or face this conjunction of disaster and its subordination to the
subsoil with the property policy of its meagre surface? The inhabitants of Dauphin Island have a motto: rise up in the face of adversity, but, doesn’t this proclamation contain a neurotic obstinacy in what is a supra-heroic, but useless existence? Their denial of docility generates a permanent constructive worship, an establishment of the bricoleur as the counter figure to the concept of dedition; of conversion into a deditian territory.

At the moment its inhabitants distance themselves from objective temporary logic, the architectural practice is developed from a permanent chaining of the hours but in a time that is at once measurable. The now old woman who owns a house with dilapidated pillars and a large part of the boarding of the walls detached or raised up proudly stated that the house had been erected by her grandfather, without doubt convinced by the concept of belonging, but now postulated in the budget of non-continuance. Actually, in itself the house was an unruly but ruinous symbol of the confrontation with the forces of nature.

In this form of inhabiting disaster there is a paradox, on the one hand the way the community establishes itself, in a continuous constructive activity, fixes the group in a society of the present and, on the other hand, that fragmentary state permanently reconciles it to a vision of the deconstructed whole around a historical continuity. Which means they live in real time and yet in delayed time. That obstinacy to consecrate existence to an occupation of the terrain exposed to folly, demolition or devastation places them inside the promethean myth of the boldness to do or possess divine things. Living out, therefore, the rigour of random phenomena as opposed to the deterministic phenomena in a reality that is modelled around distributions of probability.
Katrina caused the loss of 250 houses on a surface area of 16 square kilometres, and Ivan 170 only in the more open, western area of the island. Now, since an accident that occurred on 20th April on the Deepwater Horizon oil platform caused the spillage of 800,000 litres of crude oil a day, approximately 172 kilometres of barriers have been deployed along the whole of the Gulf coast. The fact is that these barriers are prominent enough to drive away the American middle class who seek exile and relaxation on the island. The reality is, as the locals assert, that without visitors this town is dying.

I left Dauphin Island in the morning; the day was clear, the waters of the gulf were not threatening as they had been on some days during my stay, but calm and schematic, and on leaving I felt that I was depopulating the depopulation even more. I crossed over the road under a clear, accessible sky, amidst the slight tumult of the white dunes and the inhabited or vacant houses against the light. One week later I heard that just the day after my departure Ida, a tropical storm, had passed through, devastating and shrivelling the island.

Shortly afterwards I received this e-mail
Hello – I want to thank you for coming to our island and I’d like to ask a favor of you. As you may be aware, we had Tropical Storm Ida hit the island just this past week. I’ve attached some pictures of the house that you guys stayed in to let you see the damage. I believe you were here taking pictures of our island, and was wondering if you could share any so that we may show FEMA and others the amount of beach erosion we have suffered again.

Thank you for your consideration!


And subsequently this one

To have an artist’s perspective of our island before a storm can sometimes help when dealing with government bureaucracies.

I appreciate your consideration,


FEMA are the initials of the Federal Emergency Management Agency, the US agency for aid in situations of natural disaster or terrorism.
The photos they sent me, at my request, of the house I had lived in for three weeks, showed it painfully gaping and dismantled, with clear areas and whole sections crumbling.
Even before putting the images I had captured to use, they were already having repercussions, as documentation, on the region for a new restoration exercise. For a recurrently renovated or entirely recovered architecture. Just in case I was not already perplexed, this was redundant perplexity. Not only had I escaped a hurricane by a few hours; the request for my images made the concept of moribundity as an architectural boost even more specific to me.


This project enters a nominal decamping that is not already visible and shows the tension of an outside with the emergency of a destination; a thought of postponement of utopia. Understanding utopia in the terms in which Marc Augé reflects it as a necessity, not to dream of realising it, but to stretch out towards it and thus obtain the means of reinvention of daily life.

Fourteen blocks of small businesses were demolished to construct the twin towers. Now the architect Richard Gage; the founder of A&E9/11Truth, who has been designing steel structures for buildings for over 20 years, tells us there is an irrefutable body of evidence that suggests that the Twin Towers and building number 7 of the World Trade Center were demolished by controlled demolition. The old town of Beijing is disappearing at the giddy rate of one square kilometre a year, captive to real estate speculation and the work related to the 2008 Olympic Games. This has been denounced by Chinese architects. According to experts, at present the old town of the former imperial capital has around 62.5 square kilometres (the equivalent of a tenth of the city of Madrid) and continues to lose ground to new development projects.
By this I do not mean to point out the notorious relationship between architecture and destruction, but show how often subsequent reconstructions of the areas that have undergone intervention due to speculation, catastrophe and terrorism involve no reintegration whatsoever, but rather replacement; which whilst it may return, does not interpret the surroundings with regard to the pre-existing space.

Contrary to this global flow (peremnal) architectural activity on Dauphin Island is not so much purposeful as substitutive. And in turn it does not seek to avoid its collapse using predetermined customs of containment and paralysis. That is to say, it does not use more decisive anchoring methods, or materials that offer more sail-type resistance to the wind. In principle this may seem to be a mistake, a voluntary outlawing, a banishment, in short, to that natural state of resignation. But the fact is that there is an identitary conformation and a constructive reflection anchored in the south of the country with settlements that are not permanent but are simultaneous, that is, as swift as the immediate occurrence of their demolition or collapse.

My goal, in this series of images, is to carry out project work, a sum of interventions, of alterations to space, based on pre-existing “cartography” but paying attention to the want of proportion bequeathed by the territory itself, and almost to a certain suprarealism, a certain exaggeration and based on respectful usage of said territory. Locating, for this purpose, small buildings or buildings on a scale that is symmetrical to the context, and executing them on those voids on the beach where vestiges indicate a prior presence.
The idea is also to restore and accentuate the phantasmagoria inherent in the area, but using energy-efficient buildings, with recycled materials or materials with low energy expenditure, buildings which are in turn a nature observatory.
Dionisio González