Conversaciones en Travesía: Dionisio González. (english)
Por Francisco del Río
Parece que, más allá de tu trabajo visionario sobre las favelas y los asentimientos urbanos irregulares en Brasil, por ejemplo en la serie de Halong, hay siempre una preocupación por la tendencia contemporánea a la homologación de los espacios, por la pérdida de la diferencia.
Adorno insistía en que estandarizar es siempre centralizar, y arquitectos experimentales como Buckminster Fuller a mediados del siglo XX entendían que con el apoyo de los medios de producción en masa se podrían crear casas autosubsistentes y móviles, las cuales potenciarían: la individualidad, la singularización y una optimización de las libertades individuales, las mismas que Richard Sennet encontraba en un cierto tipo de caos y anarquía urbanos. Detrás de proyectos como las aldeas flotantes de la bahía de Halong en Vietnam no hay sino un deseo de prevalencia de una arquitectura vernácula, ya puesta en jaque, sobre otra sustitutiva e impositiva, puesto que no deja elección y que, lejos de abrigar la recuperación de un sentimiento de comunidad, escinde y desintegra socialmente dado que la regulación de las leyes constitucionales y organizativas de esa comunidad ya existen. En suma, no necesitan nuevos grados de obligación social y orden sino rehabilitación y tejido de sus estructuras y territorio. Estructuras que han demostrado en su trayectoria histórica y constructiva que son hábiles para la organización humana.
En la serie de Dauphin Island que me gustaría desarrollases (pues partes de la destrucción provocada por fuerzas naturales como elemento a su vez de deconstrucción de conceptos para habilitar y crear viviendas alternativas) hay un cambio de posicionamiento. Decides crear nuevas viviendas en este caso en oposición a aquellas casas de madera vacacionales o de pescadores.
Dauphin Island es una lengua de tierra perteneciente al estado de Alabama, entre el Golfo de México el estrecho de Mississippi y la Bahía de Mobile. Esta pequeña isla ha estado permanentemente ligada a la adversidad. Mapeada por los exploradores españoles en 1513, los primeros pobladores franceses llamaron a la isla Massacre por la "montaña de esqueletos humanos" que se encontraron. Partiendo de esa primera nominación de lo abyecto lo cierto es que durante siglos ha estado expuesta a huracanes, tormentas tropicales, inundaciones y tornados. De hecho, el número de desastres naturales en el condado de Mobile es mucho mayor que el promedio de catástrofes en el resto de los E.E.U.U. En las últimas tres décadas han pasado por la isla los huracanes, Frederic, Elena, Danny, Georges, Ivan, Katrina todos con un enorme poder de devastación, desbarate y arruinamiento. Esto ha dado a la isla cierto carácter de proscripción. Desde este aspecto natural de la catástrofe se ha estatuido un paraje de extrañamiento entre lo vacacional y el confinamiento que resultan paradójicamente desnaturalizados por una imposición hegemónica de lo natural/desterrado. Es decir; todo es paradisíaco hasta el desate y el caos. Todo es quietud y armonía hasta la fatalidad propuesta como una designación o una destinación. Es la predefinición del trópico como vocación y a su vez como fatalismo.
Desde que el 20 de abril del 2010 la explosión y el hundimiento de la plataforma petrolera Deepwater Horizon provocaran el vertido de 800.000 litros de crudo al día se han desplegado aproximadamente 172 kilómetros de barreras en toda la costa del Golfo. Estas barreras; lo suficientemente prominentes, estuvieron a punto de alejar a la clase media estadounidense que buscaba la quietud y el relajo en la isla. Sin visitas, como afirmaban los locales, este es un pueblo moribundo. Quizá por ello Barack Obama visitó el estado de Alabama exactamente un año más tarde, en abril de 2011, a consecuencia, de nuevo, de las catástrofes provocadas por los tornados que arrasaron el centro y sureste de Estados Unidos y que dejaron a su paso auténticos paisajes de guerra, al menos 339 muertos y pérdidas estimadas entre 2000 y 5000 millones de dólares. No se trataba de un "Katrina", pero sí era su "Katrina", pues aquellos fueron los tornados más convulsos en el país en casi 40 años y el peor desastre natural desde el huracán que asoló New Orleans en 2005. Sobrevolando la zona en el Air Force One, Obama ya comprendió la eversión que iba a contemplar de primera mano. Desde el aire, el presidente vio la inutilidad, la inanidad de las zanjas dejadas en la tierra, la ablegación y sus surcos, en suma los solares de los árboles arrancados como accesorios de un paisaje omitido y observó que donde antes había casas ahora había escombros aplastados contra el suelo por la fuerza del viento. Contempló la deflexión de los restos ineficaces y (tenían razón los isleños de Dauphin) la basura como balizador de la moribundia. Igualmente contempló la desviación y el accidente que en pocas horas someten un territorio a la desfiguración y a la desposesión mientras a falta de bolsas para guardar los cadáveres, estos se iban almacenando en camiones refrigerados.
En Alberta, una zona de Tuscaloosa, el presidente hizo una pequeña declaración "Tengo que decir que no había visto nunca una devastación así. Es desgarrador. No podemos traer de vuelta a aquellos que hemos perdido, ya están con Dios, podemos eso sí actuar sobre los daños materiales que son obviamente imponentes” Y aseguró que la ayuda federal ya estaba en camino y que impulsaría con urgencia la reconstrucción. Pero, ¿Qué reconstrucción le espera a estos estados? ¿Reinvertir en casas de madera que volverán a ser devastadas por otros huracanes y tornados? Sorprendentemente la respuesta es sí. No se puede reformar, levantar, componer sobre la incomposición, es un contrasentido, pero no en los estados afectados --Alabama, Mississippi, Tennessee, Arkansas, Georgia, Virginia y Louisiana—que forman parte del llamado Deep South, es decir, la zona más deprimida del país.
¿Quieres decir, lógicamente, que parte de las viviendas en Alabama, y concretamente las arquitecturas de madera sobre palafitos de Dauphin Island, son inaceptables o, al menos, inapropiadas para estas áreas expuestas periódicamente a tornados y huracanes? ¿Cuál es la razón de su mantenimiento?
Sobre las casas de madera operan, aún hoy, conceptos inafectados y genuinos que las relacionan con objetos tardorománticos, que proyectan debates sobre la singularidad y la franqueza. Sobre estadios icásticos y esenciales donde se vive en un orden severo y espartano en contacto más directo con el medio natural y en relación con la subsistencia y el tiempo para la reflexión. No olvidemos que en Walden, Thoreau relataba los meses que vivió en una cabaña de madera que él mismo había construido cerca de la laguna de Walden (en Concord Massachusetts). En cierto modo, se deducía de una desobediencia civil (su otro célebre ensayo), pero además articulaba el deseo de desprendimiento de lo accesorio, y el uso de lo contemplativo como noción absoluta.
La casa de madera es una casa que respira; la madera absorbe y expulsa la humedad regularizando así la del medio ambiente interior. Filtra y purifica el aire, su campo bioeléctrico natural en libración actúa sobre los centros inferiores y superiores del sistema nervioso central regulando las reacciones equilibratorias; regulando sus perturbaciones y la posible influencia de éstas sobre la cognición. Las construcciones de madera e interiores de madera, por sí solos, actúan como aislamiento, al contrario de lo que sucede con otros materiales. La posibilidad de incrementar estos valores con mayor facilidad que en los sistemas tradicionales, y con menor pérdida de superficie útil, hacen que la madera sea un material ampliamente utilizado en los países de climas extremos. Las propiedades acústicas de la casa de madera son excelentes pues ésta absorbe las ondas que recibe. La casa de madera es una casa silenciosa. La cabaña de Heidegger en la selva negra era (es) de muros revestidos en escamas de madera. Heidegger siempre sugirió que la filosofía transmutaba el paisaje en palabras a través de él, casi sin intermediarios como el único desplazamiento y trámite entre la eutimia y el espacio.
Y aunque estos conceptos sean conocidos y explotados por determinados reformadores y promotores inmobiliarios; la razón principal por la cual las casas de esta región están hechas de madera y no de hormigón o ladrillo es económica. Hay una cierta ineficacia ligada a la declividad y, por tanto, a la exinanición marcada tan sólo por la falta de dinero. Este decremento a parte de derivar de la imposibilidad de construcciones más resistentes donde los materiales son más caros, deriva también de una carga impositiva mayor. No contar con viviendas cimentadas en hormigón en zonas donde cada año hay tornados es algo tan irresponsable como construir plantas nucleares en zonas sísmicas o casas en las laderas de los cerros. Las casas de madera son construidas rápidamente y vendidas rápidamente lo que guarda cierta practicidad teniendo en cuenta que los estadounidenses cambian frecuentemente el lugar de trabajo. Un sugerente desarrollo del que posesiona como bricoleur. Es una especie de topos movedizo asentado sobre una movilidad laboral.
Aunque sé que lo desarrollas en un pequeño ensayo “Las Horas Claras” dentro de este libro, me gustaría que me explicases cuales son los motivos por los que Venecia es tan reacia al levantamiento, es decir; a la nueva edificación. Todos comprendemos que hay un deseo de conservar la visión hegemónica de la ciudad histórica. Pero existen proyectos arquitectónicos que hubieran hecho a la ciudad aún más rica patrimonialmente. En tus investigaciones, que se terminan culminando fielmente en tus obras, nos permites conocer que ha habido proyectos excelsos de maestros de la arquitectura para la ciudad que finalmente no se ejecutaron pero lo asombroso es que nos permites conjeturar como se hubieran integrado en la ciudad de los canales.
Sí, en efecto, ya indicaba en las Horas Claras que Venecia tiene enormes dificultades para levantar la cosa, para construir, porque toda ella es resultado de lo cósico. Tiene un apetito voraz, pero se nutre fundamentalmente de la cultura de la muerte, opuesta a la banalización de la vida y a la distracción ante el enigma del destino que deshumanizan nuestro tiempo.
Hay que entender que Venecia fue un emporio mercantil con ramales en todo Oriente Medio y Asia. Su población en 1400, su etapa de mayor pujanza, era de 200.000 habitantes. Su progreso no sólo se basaba en la superfluencia de especias sino en una completa accesión a las manifestaciones de la cultura. La riqueza de los valedores de la ciudad (la Iglesia, los políticos y comerciantes) permitió mantener un prolongado mecenazgo sobre pintores, arquitectos y otras vocaciones que acudían atraídos por su esplendor. Venecia no tuvo periodo feudal ni comunal: fue una república aristocrática con un dogo (dux) elegido y coadyuvado por organismos colegiados y establecido durante más de mil años. Venecia vio truncado su empuje con la toma de Constantinopla por los turcos en 1453 que provocó el inicio de su decadencia ayudada por el desplazamiento y la predominación de las corrientes comerciales dictadas por el descubrimiento de América.
Es esa obediencia a su pasado, principalmente renacentista, la que procura un pupilaje, una mansedumbre en el deseo de modificar. La actual Venecia vive subordinada por la integridad y el cumplimiento de conservación de un estado en esencia anacrónico pero afecto a la incolumidad de su diseño. Su deseo no es actualizar sino sanear, reconciliar la ciudad con su historia desde la detersión, la desinfección, y el amurallamiento contra el Adriático. Actualmente Venecia pierde un habitante por día, si ya hay un despoblamiento computado de realidad se suma el despueble de venecianos provocado por el turismo y los altos precios. Hay quien sostiene que Venecia está planificada para morir de turismo, que ya es un museo. Los demógrafos prevén que en 2030 ya no tendrá habitantes, sólo subitaneidad y plenipotencia, es decir; el pleno poder concedido al otro, al turista. De manera que se apresura a una suerte de parque temático sin emisiones tópicas. Se estima que cada año visitan Venecia 20 millones de turistas, cifra que en 20 años podría duplicarse. Sin Venecianos (Venecia ha perdido a la mitad de sus habitantes, que han pasado de ser 121.309 en 1966 a los 59.992 registrados en la actualidad), se reproduciría la imagen de ensueño pero ya no habría sueño, la ciudad pese a su riqueza estaría descapitalizada, absorta en su propia utopía que no sería sino estar contenida dentro de los límites de los cotos turísticos, sólo emprendimiento comercial, nada más.
Entiendo por lo que dices que los proyectos de Wright o Le Corbusier en Venecia de haberse levantado hubieran modificado la escala temporal. El tiempo proyectado.
Sí, de esta forma hubieran dotado a la ciudad de un patrimonio escalado de obras de los arquitectos más importantes del siglo XX, Frank Lloyd Wright, Le Corbusier o Louis Khan, y de edificios que a su vez eran sumamente respetuosos con la ciudad. Como explicaba en Las Horas Claras: su fatalidad no es no haber sido construidos, en suma, no habérseles franqueado el espacio, sino no haber sido habitados, no poseer ni ser posesionados. Porque lo presente es lo que habita y perdura. Lo perdurable, de otro modo, no es irrevocable, puede ser desmantelado y olvidado. Nada, incluida la apuntación más hermosa, prevalece sin archivo.
En 1951 Angelo Masieri ,un joven arquitecto veneciano, decide hacerle a Frank LLoyd Wright que se encontraba en Venecia (le habían sido concedidos la Stella della Solidarietá y el nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Arquitectura ) el encargo de una vivienda familiar y un estudio profesional a partir de la transformación de una pequeña casa que la familia Masieri poseía en un punto angular del Gran Canal, denominado como la volta del canal, a la entrada de la pequeña arteria del Río Novo, junto al Palacio Balbi y enfrentada a Cà Foscari. Por su localización este pequeño edificio tiene, pues aún se conserva, el ostento, casi la prognosis, de la panorámica de la doble vista —que siempre es un prodigio— la del puente de Rialto y la de la Academia. El matrimonio Masieri viaja a Estados Unidos a Taliesin a cerrar el proyecto. A la espera de que Wright, que estaba de viaje, llegue en una semana, van a visitar algunos de los proyectos de éste, pero en las proximidades de Bedford, en la autopista Pennsylvania Turnpike, Angelo Masieri pierde la vida en un accidente de automóvil. Lo que pretendía ser una vivienda-estudio se convierte en El Memorial Masieri, lo cual tiene sentido pues Venecia no es sino un Memorial que no reprime la sensación de que es mucha ya la memoria letárgica y desenseñada. El boceto del proyecto para el Memorial Masieri que Wright expuso en 1953 en la Galería de la American Academy of Arts and Letters de Nueva York levantó un enorme e interesado revuelo en Venecia una vez fue publicado por el USIS, y una vez que Cini lo vetara desde la Sociedad Adriática de Electricidad (SADE) juntamente con la desidia y el despulsamiento de la Universidad de Arquitectura de Venecia IUAV. Un proyecto que era plausible, armónico, incluso clasicizado, se ve abortado por culpa de impulsos de buzamiento e intereses empobrecidos que se suman al decremento y la lividez constructivos de la ciudad.
En 1962 las autoridades civiles y hospitalarias intentan convencer a Le Corbusier de la necesidad de levantar un hospital en Venecia y de que fuera el encargado de llevarlo a la práctica. Le Corbusier, que había dibujado, pensado y publicado Venecia desde 1907, decide proyectar el hospital no desde el detalle o la fragmentariedad de aquellos primeros estudios sino desde el planteamiento de un edificio que en sí mismo alberga y se organiza como una ciudad. Una ciudad hospitalaria de 1200 lechos para el solar del Matadero de San Giobbe. Muchos consideran que fue el primer Mat Building o edificio alfombra, es decir, que difuminaba los límites entre ciudad y edificio, edificio de crecimiento ilimitado a escala urbana. El 22 de Febrero de 1965, el Consejo Superior de Bellas Artes estudió el proyecto y lo aprobó por unanimidad. En marzo, Le Corbusier presenta un segundo proyecto modificado en rigor a sus futuros usuarios. El 16 de marzo, Il Gazzetino de Venecia avanza la llegada de Le Corbusier a la capital de la región del Véneto el 10 de abril para la presentación del hospital. El 8 de abril Le Corbusier llega a Venecia, éste será su último viaje a la ciudad de los canales. Mazzariol, el historiador y crítico de arquitectura que ya en 1962 sugiriera el nombre de Le Corbusier, en la presentación del arquitecto habla de un encuentro para la civilización entre arquitectura, poesía, exigencia y conocimiento histórico.
El 27 de agosto de 1965 Le Corbusier muere en Cap Martin. Tras el primer consejo de administración del hospital la premisa es clara: el proyecto debe continuar. Guillermo Jullian de la Fuente, el arquitecto chileno que trabajaba para Le Corbusier desde 1959, sigue con el proyecto, ya desde el Atelier Jullian, hasta el año 1972, momento en que, una vez más, Venecia fagocita otra oportunidad de regeneración. Fagocita, en realidad, un proyecto sin precedente no ya arquitectónico, sino urbanístico. Otra relación sumaria sin contrición que anula la cosa realizable, el cimiento de la cosa, arrebatado por imprevisible pese a estar supeditado al proceso, que arrebata la cosa como correctivo ante el ser del progreso. “Allí donde no pudiera haber límites, la vida se haría insoportable”, defiende Daniel Bell. Por otro lado, la tradición no es sino una ilusión de permanencia, todo es revocable, incurrido y desfigurado. La tradición no es necesariamente una contenencia, o un estacionamiento, debiera ser un obrar desde la movilidad de un conocimiento aprehendido. “No me considero en contra de la tradición”, diría Le Corbusier en La Ciudad del futuro, “me creo en plena tradición. Todas las grandes empresas del pasado vienen, una tras otra, a confirmar que a cada estado de espíritu corresponde un estado de cosas”.
Venecia proyectará y catalizará hasta la casi conformación de la cosa, de la materialización, otros impulsos como el Palacio de Congresos encargado a Louis I. Kahn, que desarrolló desde 1968 hasta 1974, para el espacio de los Giardini y, más adelante, del Arsenale. Pero, incompresiblemente, la ciudad tampoco fue capaz de gestionar la ejecución de este proyecto pese a que se esperaba que el trabajo de Kahn supusiera la rehabilitación y la revitalización del Arsenale al implementar el edificio del Palacio con la inclusión, de plazas, arcadas, tiendas, cooperativas de artesanos y pequeñas industrias con escuelas taller asociadas.
El problema de tanto naufragio es que no todo emerge a la superficie y entre aquello sumergido en ocasiones se encuentra lo que sirve para la acción y el futuro. Haber tenido ideas es haber podido entregar una intención; en suma, hacer esta última transmisible al punto que supere todo hacer y omitir. Heidegger señalaba que en su decir inicial memoria significaba lo mismo que devoción, este sentido inicial de memoria da más adelante su nombre a una acepción más restringida que indica sólo la capacidad de retener lo pasado. Pero si atendemos a su sentido original enseguida surge la relación entre memoria y gratitud, pues en la gratitud el ánimo recuerda aquello en lo que permanece congregado. Este recordar meditativo, pensativo, anula el estado de asolación e inconcreción de los proyectos (Memorial, Hospital y Palacio de Congresos) por su ser presentáneo, porque si como constatase Heidegger sólo siendo capaces de habitar podemos construir; hasta que Venecia no cese el despueble y el deshabitar está condenada al estatismo y la conservación, y, acaso, únicamente al reconocimiento de la voluntad de construir, que no a la construcción, desde el archivo y la gratitud.
¿En nuestra contemporaneidad ya no sería posible una Venecia? Entiéndeme, me refiero a la ocupación homogénea de un territorio que se destaque como civitas, como polis.
No en su sentido de pujanza, de epicentro, Venecia era Nueva York en tiempos de Marco Polo, pero Nueva York, como todas las grandes metrópolis contemporáneas, contempla como el centro se desvincula de su periferia y como la propia ciudad no tiene límites precisos ni está contenida. La contención se da, si acaso, por el miedo, se vive amurallado en espacios vetados (interdictory spaces) que delimitan y definen las jerarquías sociales, y también los niveles de la exclusión. El miedo es otra peculiaridad que no se da en Venecia. París se convirtió en la ciudad de la Luz durante el siglo XVII porqué se embarcó en un gran proyecto de iluminación de sus calles para que la ciudad careciese de puntos negros donde delinquir. Es decir; “quimerizó” el espacio de la noche disolviendo la oscuridad y la ambigüedad de los actos y los rostros.
Otra circunstancia que imposibilita cualquier comparación con Venecia es la congestión vial que supone pérdidas de miles de millones de dólares en Estados Unidos y en las grandes metrópolis y conurbaciones de los países en vías de desarrollo paraliza la vida urbana. En definitiva, hay una dificultad para la congregación, un cúmulo de plataformas sin participación.
Por otra parte, si hablamos de ocupaciones del espacio reglamentadas o planificadas que se regulen de una forma homogénea, donde el ethos conciba el transporte como elemento diferenciador, tendríamos algunos ejemplos dispares pero sugerentes. Si antes recuperamos la ciudad de La luz en el París del siglo XVII, hoy en día podríamos hablar de la primera Ciudad del Sol en China, ubicada en Dezhou, en Shandong, al sur de Pekín, construida sobre una superficie de más de 330 hectáreas. Toda la ciudad está alimentada por energía solar, incluidos los calentadores de agua y los climatizadores, es obra de la empresa china de vanguardia Himin que ha realizado un prototipo de ciudad recurrida de paneles fotovoltaicos. China ya se ha lanzado al absoluto energético de aspas eólicas, paneles fotovoltaicos y tanques de biomasa que le garanticen un ambicioso plan de modernización. Esta visión apodíctica y renovable bien podría situar a China en la integración fusionista y en un espejo legítimo de Occidente. Es, sin duda, una propuesta a la suma o agregación sucesiva de elementos o contenedores que hacen de nuestras grandes ciudades la muerte de todas las codificaciones. Massimo Cacciari ya indicaba que la ciudad se encuentra en todas partes, luego ya no hay ciudad. Su idea es que ya no habitamos ciudades sino territorios cuya métrica no es espacial. Ya no se sistematizan los espacios sino que todos, incluidos los núcleos industriales, pueden contener las mismas funciones. Hay un desarrollo sin objetivo, una expansión descontrolada construida en relación al automóvil.
Contrariamente a esta falta de sistematización de áreas específicas de señalamiento y fijación de funciones, se pretende al sur de la ciudad de México con el proyecto del Campus Biometrópolis, una Ciudad del Conocimiento donde se valide el agrupamiento del sector productivo con: laboratorios de filiación sanitaria, de conjugación hospitalaria y universitaria, y de investigación en recursos humanos. Concebida por el Gobierno del Distrito Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México fue encargada a la firma Foster+ Partners. Hay una seria predisposición para que éste área de emprendimiento no sea un vislumbre, una conjetura o una idealidad. Eso sí, el territorio previsto sería en términos de Platón una sinoiquia, más que una civitas o una polis como tú indicabas, pues conformará una cohabitación, ya que la base de las relaciones entre individuos estará más sujeta o regulada por el derecho privado. Personas que interpolan sus relaciones de reciprocidad en un sentido semejante a empresas que se relacionan mediante contratos comerciales.
Ciudad de los canales, Ciudad de la luz, Ciudad del sol o Ciudad del conocimiento, son algunas de las comunidades “especializadas” que has ido mencionando ¿Significa esto que no quedarían, no ya utopías por realizar sino utopías realizables, más aún viendo el curso de la historia de las ciudades y los asentamientos humanos?
La utopía no se encuentra necesariamente en el cuadrante de lo imposible, los criterios de concertación y plausibilidad ayudan a delimitar y concluir la utopía, así como a progresar hasta qué punto es realizable y a diferenciarla de lo netamente imaginario o de lo completamente imposible. El origen del concepto utópico se encuentra en los mitos de creación y nuestra sociedad vive obsesionada por los mitos de velocidad. Todos conocemos como las grandes ideas compromisorias que finalmente acabaron siendo impositivas como: las potencias coloniales de la segunda mitad del siglo XIX, o totalitarias como el bolchevismo y los mitos de raza y eugenésicos, el comunismo que alentaba el buen salvaje dentro de la barbarie de los jemeres rojos, o el espectro de la catástrofe medioambiental, entre otros; terminaron por alimentar las distopías, las utopías negativas o las contrautopías.
Es posible establecer espacios utópicos sin reinventar una sociedad completa reelaborada como utopía. Lo que es necesario es que aquella perfectibilidad que se persiga se asemeje lo suficiente a la conducta humana real para que siga pareciendo plausible.
Cuando la utopía aspira a una suerte de aseidad; es decir, que toma como atributo el existir por necesidad de su naturaleza, deviene intolerante y forzada. Es en ese momento cuando aspira a la salvación y no a la mejora. Por ejemplo el Proyecto Venus, que Jacque Fresco ha diseñado y construido en Venus Florida, es un complejo de investigación de 25 acres que intenta buscar enfoques y soluciones a partir de una estructura de ciudades sostenibles armonizadas por la eficiencia energética, las granjas colectivas, la administración de recursos naturales y la automatización avanzada. Este diseñador industrial e ingeniero social considera que se debe reemplazar el actual sistema monetario por una economía de recursos que abastecerían abundantemente, mediante el empleo de energías geotérmicas y tecnologías magnéticas, a la población mundial sin la necesidad del intercambio monetario ni el trueque. Únicamente basado en la idea de que los bienes y servicios están al alcance de todos porque el planeta es abundante en recursos. Esto dotaría a los individuos de la equidad largamente soñada complementada por un alto nivel de vida estándar y un alto, también, espectro neotecnológico a su servicio. Según Fresco esto acortaría el día laboral sustituido por un empleo eficiente y sistémico de la técnica y la ciencia. Señala -convencido de que el ciudadano desconoce las posibilidades tanto potenciales como reales de la ciencia y que no alcanza a comprender que los comportamientos más mezquinos como la rabia, la envidia, la especulación, el racismo o el sentimiento de patria son subproductos de nuestra cultura- que de esta manera la sociedad sería espectralmente diferente, sin delincuencia, criminalidad o intolerancia; pues estos son patrones de comportamiento adquiridos, aprendidos, son prejuicios y retóricas comportamentales. En suma, derivadas de un modelo de comercio anticuado que precisa mantener la ventaja desde la competitividad económica o, en su lugar, desde la intervención militar. Con esta regeneración o, mejor dicho, con esta dinámica de remplazo los añadidos o aditicios medioambientales y sociales como la toxicidad, la accidentalidad o la criminalidad desaparecerían o se mitigarían casi por completo.
Sin duda en el proyecto de Jacque Fresco el concepto de salvación se superpone al de mejora y con ello de forma involuntaria pero reiterada, esa voluntad salvífica transformará la utopía en distopía. En definitiva, a pesar de tener muchas propuestas interesantes, el Proyecto Venus parte de un conflicto de génesis que lo sintetiza distópico. Como apuntábamos antes cualquier proyecto utópico debe asemejarse lo suficiente a la conducta humana real para que siga pareciendo verosímil. Cuando no es así el proyecto de forma natural recurre a fórmulas totalitarias para controlar la diferencia, para preservar e imponer lo previsto o para detectar y desterrar lo imprevisto.
Pero parece preferible un intento fallido, aún siendo contradictorio desde su base, que seguir con el modelo de crecimiento desordenado de nuestras ciudades
Bueno en este sentido muy diferente a experiencias anteriores parece la iniciativa (Masdar) del más extenso de los Emiratos Árabes (Abu Dhabi) uno de los mayores productores de petróleo del mundo, que invertirá 20.000 millones de dólares en la primera fase de un proyecto a gran escala para desarrollar energía verde y construir la más titánica planta eléctrica de hidrógeno hasta ahora planificada. En este escenario se construirá la primera ciudad sostenible del mundo diseñada, ideada y conceptuada por Norman Foster y su equipo. La ciudad Masdar será la primera ciudad libre de carbono y de residuos y podrá albergar a 100.000 personas de las cuales ninguna vivirá a más de 200 metros del transporte público, que estará provisto por una flota de vehículos futuristas con cabida para cuatro personas. Vehículos eléctricos, sin conductor ni cuadro de control, dirigidos por inteligencia digital, guiados con sensores camuflados en el hormigón y manejados por ordenadores centrales a partir del recuento de las revoluciones de las ruedas. El lugar producirá toda su energía a partir del sol. El agua será suministrada por una planta desalinizante de agua de mar que igualmente se gestionará con energía solar. Sus edificios se compondrán con la destinación de crear un microclima y su morfología y distribución serán los de una 'kashba'.
Este proyecto, que en sí mismo encierra unas enormes y novedosas exigencias técnicas puede llegar a ser un laboratorio, un comunicador, un interpelante a nuestras exigencias urbanas futuras. Curiosamente sin ningún tipo de predicación ni auguración. Busca la mejora y no la salvación, en este sentido estaría vinculado al utopismo aunque Gregory Cleys dice de la utopía que su anticipación no se basa en premisas realistas pues su capacidad de visión las excede fácilmente. Esto no sucederá en este proyecto planificado con precisión y con fecha de finalización; 2016. La única contradicción posible respondería a la propia naturaleza medioambiental del país gestor que es uno de los mayores emisores de bióxido de carbono per cápita del planeta. Pero hay una gran expectación entre expertos medioambientales y urbanistas ante el desarrollo, conformación y garantías de éxito de este desafío.
Intentos precedentes de construir este tipo de ciudades verdes tuvieron resultados desiguales como vimos con el Proyecto Venus de Jacque Fresco en Florida o como está sucediendo con Arcosanti. Municipio basado en la arcología (concepto extraído de la fusión de la arquitectura y la ecología), creado por el arquitecto italiano Paolo Soleri en el desierto de Arizona. Comenzado en 1970 y aún en desarrollo, este proyecto pretendía ser una ciudad ecológica fundamentada en el ahorro energético, la preservación ambiental y el aprovechamiento de recursos naturales, pero finalmente ha visto como la expansión suburbana de Phoenix lo está invadiendo, no por injerencia sino por falta de proporción, por arbitrariedad e imprevisión, una suerte de precipitación por precocidad y porque la utopía no puede funcionar sin autoridad, liderazgo y un sentimiento de finalidad comunal. En este punto los arquitectos o ideadores parecen llegar para establecerse en una suerte de comuna donde se activa una especie de deleite misional. Del mismo modo las ciudades solares en China, construidas con ayuda de socios estadounidenses, establecidas en comunidades rurales y diseñadas para reducir el impacto ambiental parecen, por estudios recientes, haber encontrado problemas con las energías renovables ante la escala del go large y su imposible almacenamiento y transporte.
En cuanto a tu pregunta anterior sobre si existe la posibilidad de una Venecia contextualizada como ocupación homogénea de un territorio; Masdar apenas será algo más reducida que el área histórica de Venecia, tendrá calles peatonales igualmente angostas pero cubiertas por techos debrocados por paneles fotovoltaicos, y grandes tramos irrigados (para la evitación de la hipostenia, esta zona padece tres meses de calor extremo y el resto del año es bastante húmeda) con estanques de poca profundidad como refrigeradores y atenuadores climáticos.
En este sentido, resultan interesantes las coincidencias, entre Venecia y Masdar, pero esta última se construirá de forma plenipotencial, ¿Ésto la alejaría de la ciudad de los canales verdad?
En efecto, nada se parecerá a Venecia porque esta ciudad por situación y convicción es hoy imposible pero todas sus representaciones nos recordarán a ella. The Venetian, la reproducción distorsionada y comprimida en una experiencia única de Venecia en Las Vegas, cumple con la gnosis de la presencia y la severidad de la ausencia. No por reprogramada o por émula sino porque su descontextualización la convierte en escenario y éste siempre se encuentra detrás de la representación. Sus actantes (flotantes) son los mismos, pero aquí no caben nativos por tanto no hay protagonistas. De ahí la importancia de que Venecia no se despueble a pesar de que Las Vegas y ya la propia Venecia formen parte de lo que Norman Klein define como arquientretenimiento. La Venecia de Las Vegas está así presente pero inhabilitada para la nostalgia por ausencia del núcleo vital de consolidación y desarrollo. Se manifiesta, se aparece o se aparenta pero sólo como un cliché espectral rodeado de otros iconos y otros skylines reproducidos en una escala disfórica para la habitación y exultante para el entretenimiento. En Las Vegas el artificio es inmersivo, es una ilusión que acoge a más de 40 millones de visitas anuales que, por tanto, la validan. En un territorio taumatúrgico, que permite todas las perspectivas se reconocen los objetos pero su desrealización dificulta describirlos. Es la aproximación a la agnosia. Verdú escribía de Las Vegas que nació en el área desmarcada de un desierto y se comporta, desde entonces, con la liviandad de un espejismo. En contraposición a Las Vegas, Venecia no está diseñada desde el artificio a pesar de que comparta la sensación ilusoria e ilimitada de los espacios programados y el diseño de un modo de ver, de un modo de recorrer cercano al cosmorama. Venecia está estibada en el tiempo, sin embargo sus semejadas copias y sus cuidadas puestas en escena sólo aspiran a un abreviado trompe l´oeil sin perfume, desodorizado que arrastra al visitante desde un efímero poder aristocrático a una secuencia de tiendas entre canales y a un escalado trayecto de máquinas tragaperras, mesas de juego y suites de hotel. Venecia acude a todas las citas dinamizada a medida que desaparece; y a medida que surgen sus recreaciones ella misma, perdida su función, crece como territorio recreativo. En cierto modo, fuera de su lógica, una vez que es replicada ella se traduce con mayor empuje como un replicante. Quizá Venecia deba poner de manifiesto su condición de replicante; admitir que sus recuerdos son implantados y la visión no es garante de certezas, así hacer suyas las últimas palabras de Roy Batty (el replicante nexus 6 en Blade Runner): He visto cosas que no creeríais…. Todos aquellos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
Es hora de morir, en efecto, como réplica, como figuración y reasignar a la ciudad una labor que no pase por el déjà vu, que compromete a ésta a prefigurar como centro sedimentado de percepciones aprendidas y técnicas culturales de comprensión, sino por el déjà vécu, es decir; no lo ya visto sino lo ya vivido, por ello, más interactuado y dispuesto a una política de zonificación que trascienda la construcción social de una realidad paralela. Que interaccione hacia esa comunidad temporal y no hacia el antagonismo o lo “colapsable” por compulsión de proximidad. Porque en la sobrestadía y su asimilación local, es decir, en la coexistencia radica la no detinencia final. Éste debe ser un fenómeno mediato, no regresivo, debe haber un reintegro nativo que asuma el tránsito de operadores turísticos, en suma, la trashumancia como una fórmula de permanencia.